martes, 24 de abril de 2007

Calígula (1945) Albert Camus...



Calígula es héroe y antihéroe, salvador y verdugo, reflejo del ser humano que se odia a sí mismo. El ansia de poder es el veneno que al hombre convierte en tirano y convierte la cordura en locura.

Albert Camus estrena en 1945 la obra de teatro Calígula. La crítica la considera una de las obras francesas más emblemáticas de su tiempo. Camus nos presenta a un personaje con una tremenda carga simbólica, un personaje histórico que representa a todos los tiranos de la historia y a todos aquellos que se han vuelto locos en su afán de poder.

Calígula se considera un iluminado, un prometeo de los hombres, un nuevo ser que ha conseguido salir de la caverna platónica y ha conseguido ver la verdad, considerándose con la obligación de demostrar una verdad relativa (¿es siempre la verdad relativa?) al resto de los hombres:

Entonces todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos la verdad. Y justamente tengo los medios para hacerlos vivir en la verdad. Porque yo se lo que les falta, helicón. Están privados de conocimiento y les falta un profesor que sepa lo que dice.” (Pág. 7)

El marco temporal de la obra abarca tres años, desde la muerte de Drusila hasta el asesinato de Calígula. Un periodo en el que la locura del emperador no conocerá límites. Se convierte en un ser despiadado que se auto justifica con palabras encubiertas de una amoralidad clara. Lo grotesco se convierte en lo cotidiano y comienza en el imperio una carrera hacia la absoluta degradación humana. El poder se convierte en la herramienta tiránica del emperador, y bajo su manto lo posible se convierte en imposible. Todas sus acciones se realizan bajo una bandera de libertad, en un marco dónde la absoluta expresión del hombre se convierte en una peste. Ahí es donde radica la crítica más brutal de Camus, pues el hombre tiene que ser consciente de que su libertad acaba cuando empieza la libertad de las demás personas, una autentica apología del verdadero sentido libertario que sigue regente en los albores del siglo XXI. Nunca se puede llegar a ser libre si la libertad propia destruye la libertad ajena.

“Acabo de comprender por fin la utilidad del poder. Da oportunidades a lo imposible. Hoy, y en los tiempos venideros mi libertad no tendrá fronteras.” (pág.11)

El amor y la amistad pierden todo su sentido y el odio por el ser humano, el odio por sí mismo, convierte al hombre en bestia. Calígula siente por los hombres una relación de amor – odio, tan pronto le repugnan como quiere salvarlos. Comprende en su locura que el hombre no ama y es un animal que se mueve por intereses, que la única solución es demostrar su relativa libertad convirtiéndose en verdugo y al pueblo en victimas. Al fin y al cabo el hombre es un lobo para el hombre, y en este caso el lobo con más poder de la manada se hace el absoluto dueño y señor.

La vida en palacio se convierte en un circo absurdo donde los súbditos de Calígula observan atentos el baile de la degradación, el carnaval esperpéntico de lo humano. La lucidez es relativa, pues, ¿quién realmente está lucido? Calígula pierde la esperanza en los hombres, descubre lo absurdo de la existencia si la muerte es el único destino, la inutilidad de los dioses y adopta la locura como única reacción ante todo lo desenmascarado. Calígula encuentra la pureza humana en el mal, es allí dónde el hombre es realmente humano, realmente animal. En contrapunto encontramos a la figura de Escisión, aunque este acabe embotado en el veneno de la desesperanza, alienado por la corriente de perversión. Calígula se convierte en un hombre por encima de los dioses, un antropocentrismo brutal. Adopta una posición rebelde ante la divinidad dorada que no se inmuta por el devenir humano.
La muerte pierde su sentido, tanto la propia como la de los demás, ninguna muerte tiene valor, pues la vida de los hombre no vale nada. Lo locura de Calígula le lleva a convertirse en un tirano egoísta con una moralidad deformada y una visión grotesca del bien y del mal.

Calígula establece una lógica existencial perfecta para él pero que condiciona a todos los que viven a su alrededor, alterando de forma directa en el destino de cada uno de ellos por el bien y la satisfacción propia. Esta lógica trae consigo una auténtica plaga de muertes.

Ante la figura de Calígula encontramos a Quereas, un personaje valiente, que no teme la muerte si con ella consigue un objetivo superior. No se mueve por intereses económicos ni individuales, sino por intereses humanos, busca la felicidad, y creo que pocas cosas son más humanas que ese sentimiento. Un personaje que planta cara a Calígula, consciente de que su muerte es segura. Es la voz que funciona como altavoz de la esperanza en la humanidad, coherente y sincera:

“Lo hago para luchar contra una gran idea cuya victoria sería el final del mundo” (pág.17)

Junto a él aparecen los Patricios que resultan ser personajes patéticos, cobardes, que quieren acabar con calígula por intereses propios, motivados en todo momento por un afán de poder.

Calígula se despreocupa de la muerte y en parte lo podemos considerar una especie de suicida, que en su caída a los infiernos lleva consigo a toda la gente de su alrededor, Drusila (en parte se considera culpable de su muerte), Cesonia (quien se convierte en la viva imagen del amor al quedarse al lado de Calígula siendo consciente de su locura), sus víctimas,…

La lectura y visión de la obra de Camus siga activa pues se puede trasladar a los dictadores y locos que han llegado al poder en el siglo XX, y que tantas desgracias han traído consigo. Dejando de lado toda ideología creo que ningún extremo ni su radicalización pueden ser defendibles en el momento que se pierda el respeto por el propio ser humano, pues este es el centro de toda ideología posible…

1 comentario:

Anónimo dijo...

nada más que añadir, el que calla otorga