lunes, 11 de febrero de 2008

Manifiesto teatral: Los niños perdidos. Parte 2

El teatro es la demostración de que estas vivo. Tiene algo igual a la vida y es que solo existe en tiempo real, es como un gran momento, sucede y jamás vuelve, por eso, cuando uno vive una experiencia teatral intensa sabe que le han regalado algo único que jamás se repetirá.
El teatro es acción. Es movimiento. Tiene que tener un contenido que permita al espectador valorar su propia vida, y sentirse a la vez vivo como actor y personaje, aunque sea por un solo momento. Lo considero como el reflejo de la propia humanidad y gracias a eso el ser espectador es ser alguien que está dispuesto a cuestionarse a sí mismo.
El teatro exige implicación a todos los niveles. El actor trabaja en la intimidad del espacio, y navega en lo personal y privado del hombre ahondando en sus miedos, miserias y alegrías. No es un Pintor muerto, no es un escritor muerto, no es un cineasta muerto, es un cuerpo caliente, sufriendo y sudando bajo el foco que nos aporta una imagen que resulta verdadera.
El actor no se debe limitar a la escena teatral, debe ser realmente herramienta de acción, punta de lanza que permita abrir las mentes dormidas de la PUTA sociedad en la que vivimos hoy día; debe ser el guerrillero del ARTE. El soldado de la libertad. Porqué es el único humano que morirá una y mil veces. Y el único capaz de sonreír ante la barricada más temible. (Alberti soñó que el Prado despertaba orgulloso de su utopía).
El actor es el único artista que pone en pie la palabra, y se enfrenta al ridículo de dotar de significado al tiempo como concepto real y tangible. Se enfrenta a él mismo, y a tres mil ojos que le miran. A la hora de actuar, el actor debe olvidar su ser social, olvidar su origen, y convertirse en un ser eterno, al servicio de una idea que es mucho más grande que él. El actor siempre es más pequeño que el personaje que interpreta, y se debe sentir orgulloso de ello. El gran actor será el que desaparezca para dejar paso a un gran personaje, con la humildad que los grandes tienen por bandera. La función del actor ante el mundo no debe ser pasiva. Debe ser la del creador de historias, la del narrador de vidas, la del cuenta cuentos que todos quisimos escuchar cuando éramos niños, porque seguimos siendo los niños del País de Nunca Jamás.
El actor es el encargado de recordarnos que podemos imaginar, de recordar que alguna vez habitamos paraísos artificiales; un mundo fantástico en el que fuimos princesas, reyes o villanos. Donde fuimos felices, quizás por un segundo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

y tú eres mi actor

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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