miércoles, 13 de junio de 2007

Otelo (1604) William Shakespeare...


Quizá podemos empezar a explicar la importancia de Otelo a través de la grandeza de su autor y de lo que significa su obra para el teatro universal. William Shakespeare, primera e indiscutible figura del teatro moderno, creador del reflejo más claro de la humanidad sobre un escenario. La obra de Shakespeare tiene el don de reflejar la parte mas humana del hombre, la más terrible y particular. Un reflejo del hombre que servía al espectador isabelino y que sirve y servirá al espectador de hoy y de mañana. Las grandes tragedias universales, siendo el propio hombre una tragedia del destino en sí mismo.

En este caso Otelo representa uno de los grandes fantasmas del ser humano: Los celos.

Representa al hombre engañado, al hombre envenenado con palabras y muerto en vida por los celos. La historia de un gran hombre que es traicionado por su mano derecha, cegado por el instinto posesivo hasta el punto de matar a su mujer borracho de celos.

Pero sin duda para mí la grandeza de la obra recae en su antagonista, en su malo, en Yago. En Yago se refleja el hombre de forma clara y concisa siguiendo la máxima de que el hombre es un lobo para el hombre. La venganza se convierte en el motor de la acción, pero no es una venganza arcaica y brutal, es una venganza labrada desde una mente inteligente, desde la paciencia y desde el placer de ver volverse loco al enemigo. La gran trama que Yago hace creer a Otelo, desnuda la entereza del gran general, volviendo vulnerable a quien todo el mundo creía de hierro.

El veneno que Yago vierte sobre el pensamiento de Otelo desdibuja la figura de Desdémona convirtiendo la angelical figura en un tópico de traición femenina. En este momento surgen los instintos más primitivos del hombre, el “la maté porque era mía”, la parte más animal del ser humano que escapa a razones.

El lector advierte desde su privilegiada posición como el Caín teje la tela de araña en torno a un simple pañuelo, el objeto que precipita el terrible desenlace.
La obra como una buena comida está sazonada con una serie de magníficos personajes secundarios que terminan por construir este universo escénico.

Se desprende capítulo a capítulo un hedor a humanidad, a celos, a pasión, a rabia, a ira, a venganza, y esto es lo que la hace grande, que es un vivo reflejo de aquellas pasiones que por mucho que no nos gusten nos recuerdan que todavía somos animales.

2 comentarios:

mamen dijo...

El señor Willian nunca imaginó que en el 2007, su obra estaría más vigente que nunca, pues seguimos con los mismos temas celos , muertes de mujeres....Me ha gustado en comentario.

Anónimo dijo...

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